La vida desde arriba

Esta entrada de blog le dedico a Maura, la doña responsable por mi falta de acento gringo, que me dijo que escribiera algo en español para subir aquí.

Hoy subimos en el teleférico, después de un incidente con un taxista pendejo que nos dejó media milla debajo de nuestra destinación (en una montaña, a 10,000 pies de altura) cuando demandamos que usara el taxímetro. Espero que sus próximos pasajeros sean tan malcriados como él, y que nieguen de pagarle. Respirando como caballos agotados, alcanzamos la caseta de venta de boletos y subimos en una góndola.

La vista (un poquito borrosa) de la gondola hacia Quito

La vista (un poquito borrosa) de la gondola hacia Quito

Desde la cumbre de la montaña/el volcán Pichincha se ve la ciudad entera de Quito, tendida entre la cordillera oriental y la cordillera occidental de los Andes. Es una vista impresionante que me dejó sin aliento. Igual de increíble es la vista en la otra dirección, hacia el acantilado rocoso que sobresale de la cima de Pichincha. Éste es lo que veo cada día en el camino de la escuela al bus. Decidí durante me primera semana en Quito que amo la Pichincha, y por eso mis obras favoritas de Guayasamín son sus retratos de ella.

Encima de Pichincha, mirando hacia el sur

Encima de Pichincha, mirando hacia el sur

Tomo esta oportunidad para hacer una reflexioncita en mi vida ecuatoriana. Me encuentro ahora en un estado de pre-transición; en una semana, me voy a una destinación deconocida (tal vez Cuenca) para estudiar un tema no decidido. No es una etapa fácil del semestre, y por lo tanto gasto más y más tiempo mirando videos en el internet. También, la semana que viene será nuestra última en Quito, y quiero pasarla visitando todos mis lugares favoritos: Cafelibro, la Liebre, Cine Ocho y Medio, la Carolina y tal vez La Ronda.

El páramo me captó el corazon!

El páramo me captó el corazon!

Es interesante llegar a este punto en el semestre y darse cuenta de que amo a Quito más que nunca, y que verdaderamente estoy en el proceso de hacerse un “ser intercultural,” como dice nuestro director de programa. Tal vez esta consciencia de que verdaderamente he cambiado es un efecto no-entendido de irse en el Teleférico y ver tantos gringos en el cumbre de Pichincha, e imaginar cómo debe ser su experiencia del país. Yo también soy gringa, pero gracias a varios factores he tenido la oportunidad de sumergirme intensamente en la vida ecuatoriana; tengo una premonición de que no reconoceré cuánto he internalizado costumbres ecuatorianas hasta que vuelvo a los EE.UU. y me encuentro extranjera.

La cumbre sublime de Pichincha, al oeste

La cumbre sublime de Pichincha, al oeste

 

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